Informado y consciente, el consumidor-activista ya no sólo
participa en política con el voto, sino también con el consumo, y es a
través de sus compras que asume un nuevo poder geoeconómico e
ideológico.
El control tradicional de la empresa y el poder para
construir y modular
la opinión pública han perdido fuerza en la era del mercado vigilante.
Los consumidores tienen más poder que nunca. El nuevo usuario está
conectado, comparte información y opiniones con un solo clic, en
cualquier momento y lugar. La experiencia que obtiene como consumidor se
replica en la red y las herramientas digitales le permiten amplificar
su mensaje con rapidez.
El consumidor se convierte en un guardián
de las marcas, las analiza exhaustivamente y detecta aquellas conductas,
comportamientos o productos que no le gustan, ya sea porque los
considera poco éticos, medioambientalmente irresponsables, por las
condiciones en las que se producen o por el compromiso o no de
determinadas marcas con leyes o derechos, etc. Además, empoderado por la
tecnología, es un activista con gran capacidad para expresar sus
quejas, generar masa crítica y organizar su fuerza colectiva para
premiar o castigar a las empresas difundiendo en redes sociales sus
malas prácticas, animando a otros a que no compren sus productos o
lanzando boicots contra marcas o incluso países.
Este nuevo
consumidor-activista, informado y consciente, a través de sus compras
asume un nuevo poder geoeconómico e ideológico. La participación
política ya no sólo la ejerce con el voto
sino con el consumo, y para ello cuenta con una gran variedad de estrategias y herramientas que le facilitan la toma de decisiones. Desde el
activismo accionarial
―mediante el cual grupos de interés, ONG o pequeños accionistas se
ponen de acuerdo para acceder a los órganos de gobierno de las
sociedades y forzar cambios― al impulso de campañas virales en redes
sociales o el desarrollo de herramientas que permiten a los
usuarios acceder y compartir información más transparente para enfocar su decisión de compra.
Coca-Cola España, por ejemplo, sufrió una gran crisis reputacional en 2014 y vio caer sus ventas en un 49 % en Madrid
como respuesta a los ERE
realizados por causas «organizativas y productivas». Aunque la compañía
insistió en que la reducción de personal había sido realizada por la
agrupación de embotelladoras, y no directamente por la marca, los
consumidores no dudaron en lanzar un boicot contra la marca que
continuaba «vendiendo felicidad».
PepsiCo también fue denunciada por utilizar
grandes cantidades
de aceite de palma para fabricar chips y otros snacks. Rainforest
Action Network (RAN), una organización medioambiental con sede en San
Francisco, quiso presionar a la compañía; para ello aprovechó el
lanzamiento digital de un nuevo producto para utilizar la opción que
ofrece Amazon
de que los consumidores hagan preguntas sobre el producto para incluir
comentarios sobre la falta de una política responsable de compra de
aceite de palma.
No es la primera vez
que los comentarios de Amazon han sido utilizados por parte de los
consumidores, aprovechando, además, que pocas compañías los monitorizan.
La generalización de los smartphones y el
crecimiento exponencial
de las aplicaciones se ha convertido en una oportunidad para ejercer la
vigilancia exhaustiva y el activismo contra las marcas. Una de las
primeras iniciativas de estas características fue
Boycott SOPA,
creada por estudiantes canadienses para boicotear la ley antipiratería
de Estados Unidos (SOPA), que en una sola semana consiguió 12,000
descargas. La aplicación identificaba, a través de las donaciones que
realizaban a los congresistas, las empresas que sí respaldaban la Ley e
invitaba a los usuarios a dejar de comprar sus productos.
Pero la
que ha obtenido más resonancia y ha demostrado el verdadero poder de
influencia que puede llegar alcanzar este tipo de apps ha sido
Buycott.
Creada en 2013, nació a partir de un reto lanzado por la entonces
candidata al Congreso Darcy Burner, quien pretendía que los compradores
pudieran analizar los códigos de barras de los productos y comprobar si
las empresas productoras tenían alguna relación con los multimillonarios
Koch, los dos principales donantes del Partido Republicano de Estados
Unidos. La aplicación ha sido un éxito, llegando a estar entre las 10
más descargadas de Reino Unido y con usuarios en 196 países.
Desde
su creación, Buycott ha sido utilizada para múltiples campañas y
causas. Durante el conflicto entre Israel y Palestina, en el verano de
2014, el uso de esta app convirtió el enfrentamiento político en un
enfrentamiento comercial. El movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones
(
DBS)
lanzó una campaña que animaba a dejar de consumir productos de origen
israelí a través de dicha aplicación. Poco después surgieron otras
acciones en la misma plataforma, pero en direcciones distintas, para
contrarrestar la iniciativa, u otras como la de un rabino de New Jersey
que lanzó la aplicación
Am Yisrael Buy, que permitía identificar los productos israelíes que se vendían en Estados Unidos.
También,
a raíz de la crisis de Crimea, se popularizó en Ucrania una aplicación
para móviles que ayudaba a identificar productos fabricados en Rusia con
el fin de boicotearlos.
Boycott invaders
permite que los compradores ucranianos puedan ver dónde ha sido
fabricado un producto con sólo escanear desde su móvil el código de
barras.
Otras apps que facilitan la toma de decisiones de consumo a través del conocimiento exhaustivo de cada producto son
OpenLabel, que permite a los usuarios compartir información acerca de la razón por la que recomiendan (comprar o evitar) un producto
, o
GoodGuide, que da a conocer el impacto de determinados productos en la salud, la naturaleza y a nivel social.
El
compromiso social y la ética son valores irrenunciables para los nuevos
consumidores-activistas que aumentan su cuota de poder social,
económico y político. Esto obliga a las empresas a un profundo cambio en
la manera de comunicar y relacionarse con ellos. Deben explicar más que
nunca su comportamiento, ofrecer el máximo de información y ser lo más
transparentes y auténticas posible.
La reputación y el valor
intangible de la marca son determinantes para el futuro de una compañía,
pero el control reputacional ya no depende sólo de la empresa, sino que
se encuentra diferido en el mercado. Ignorarlo puede ser un suicidio
para las marcas… pero también puede ser una oportunidad para aquellas
que asuman su dimensión y
conciencia pública y apuesten por generar un impacto social positivo con su actividad.
FUENTE: http://www.forbes.com.mx/cuando-el-consumidor-es-un-activista/
OPINION PERSONAL
Es un articulo muy interesante, ya que nos damos cuenta como los consumidores prefieren ciertas cosas de tal marca, por diferentes aspectos, como la calidad, precio, la demanda y si esta de moda o no. Como un articulo que en ocasiones no es tan bueno, se convierte en el mas vendido y popular por el simple hecho de ser lo mas nuevo en el mercado.